lunes, 23 de junio de 2014

Contagio




Domingo 22. Mientras espero que llegue el partido de Bélgica contra Rusia (que luego será tan aburrido que me urgirá pasear a Perrito para no dormirme), me pongo a ordenar mis archivos digitales.


Me topo con el Contagio (2011) de Steven Soderbergh que todavía no vi. Digo má sí, abandono el ordenamiento y me pongo a verla. Trata de la propagación de un virus misterioso y letal que diezmará a la población mundial. Podríamos ubicarla, entonces, más que en la ciencia ficción, en una variante que podríamos denominar de salud ficción.


Hay un numeroso elenco de notables que se dividen entre científicos que luchan por hallar una vacuna y víctimas del mal asesino. Entre este segundo grupo se destaca Gwyneth Paltrow, que cae como mosca fulminada por Raid a los minutitos de iniciada la película. Y no solo muere sino que encima le hacen la autopsia, se ve cuando le serruchan el cráneo y le separan el cuero cabelludo como si la hubieran atacado los indios perversos de los viejos westerns, pobre, jamás pensé verla en un estado tan lamentable (y pensar que hubo gente que le criticó el vestido que se puso cuando ganó el Óscar… si la vieran ahora). Me digo qué actuación tan breve, pero después vuelve en un video de hotel que reconstruye el momento en que se pesca el virus (esto lo sabrá el espectador, jamás los científicos, privilegios de la ficción). Gwyneth está casada con Matt Damon (en estado “gordito” y en plan de “si me redondean un personaje capaz que les doy hasta una buena actuación”). Gwyneth le estaba metiendo los cuernos a Matt con un amante que no se ve, mejor, porque mirá que tenés que buscar mucho para hallar a alguien que te dé lo que no te puede dar Matt (aguante Damon, carajo). A Matt le ratifica la cornamenta la científica Kate Winslet, en estado “flaquísima” y en tren de “yo soy tan buena actriz que no pierdo el atractivo ni cuando sufro mucho”). Matt es inmune al virus (¿viste Gwyneth que a Matt no hay quien lo iguale?), pero Kate, no, no la hundió el Titanic y le viene ahora a agarrar un virus letal… No importa, es tan buena y solidaria que prácticamente muere entregando su abrigo al compañero de la cama de al lado que se queja del frío. Kate es la única del equipo científico que sucumbe al virus, los demás que incluyen a Laurence Fishburne (en estado de “hace años que exagero con los postres pero no me importa porque mi peso actoral es mayor que el que marca la balanza”), a Marion Cotillard (en estado “deslumbrante” comme d’habitude y en tren de “denme un papelito que te lo envuelvo en una actuación premiable”), a Jennifer Ehle (en estado “bueno” y en tren de “mírenme qué bien manejo los latinajos científicos ¿no luzco como si los entendiera?”), y a Elliot Gould (querible tal cual acostumbra y que dice el mejor chiste: Bloguear no es escribir, es grafiti con puntuación). Está también el inmenso Bryan Cranston (en estado de “pelo teñido” y en tren de “sigo haciendo secundarios hasta que la miopía de los productores perciba que tengo más temple de protagonista que algunos focos apagados que todavía estelarizan”) como un militar de algo rango. Ah, está también Jude Law (en estado de “se me están volando las chapas pero no lo disimulo” y en tren de “solo me pueden detener con falta porque son el Messi de los actores”) como un periodista bloguero con más ambición que ética.


La trama toca los tópicos habituales de las farmacéuticas especuladoras (a las que la humanidad les importa un comino rojo, solo los negocios las conmueven), de los militares inútiles y los políticos desconcertados (que siempre toman medidas cuando ya es tarde), y las noblezas inesperadas (con las que se redimen los hasta hace dos minutos miserables).


Steven Soderbergh sortea con elegancia las simplificaciones del material, logra que no le quede como esas viejas miniseries basadas en best-sellers con muchas situaciones y personajes. Tampoco exageremos, no es que le dé la espesura de un Bergman, pero al menos evita las superficialidades del sacrosanto melodrama televisivo llamado novela.


Es obvio también que el trámite le salió parecido a Epidemia (Outbreak, 1995) de Wolfgang Petersen con Dustin Hoffman, Rene Russo, Morgan Freeman, Kevin Spacey, Cuba Gooding Jr, Donald Sutherland, y Patrick Dempsey entre otros notables. Y si en el film del 95, el prólogo nos informaba que la culpa del virus la tenía un simpático monito, aquí, el epílogo devela que los responsables son un carismático murciélago y un adorable cerdito. Ah, hay un detalle poco creíble al menos para estas latitudes, en un momento se rompe el tejido social y se producen saqueos, la gente deja de trabajar y se encierra en sus casas a sobrevivir o a morir y ¡la electricidad no se corta!, y por lo tanto hay televisión, internet y esas cosas… Hum…



Contagio gira por el cable. Sin ser una maravilla, entretiene. Ideal para noches de insomnio.

Un abrazo, Gustavo Monteros

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