sábado, 10 de enero de 2015

De tal padre tal hijo



No hay peor aprendizaje (por lo doloroso) que el que emprende tarde o temprano quien cree que se las sabe todas y en realidad sabe poco o nada. Ryota Nonomiya (Masaharu Fukuyama) es uno de esos tipos y la vida parece darle la razón. Es un arquitecto de éxito, adicto al trabajo, maneja su vida con disciplina férrea, tiene un departamento soñado, que su esposa ama de casa mantiene impoluto y un hijo de seis años, que responde a sus exigencias y hasta logra entrar a una exclusiva escuela privada.


Y entonces la vida le propina una broma genial que lo dobla en dos y le quita la respiración: su hijo no es su hijo de sangre, fue cambiado por error por otro en el hospital donde su mujer lo dio a luz. Claro, el drama no es solo suyo, su mujer, Midori (Machiko Ono) y la pareja, cuyo hijo él tiene mientras ellos tienen el suyo, Yukari (Yoko Maki) y Yudai (Riri Furanki) también lo padecen. Pero es la rigurosa obstinación de Ryota la que más fortalece el drama.


El director y guionista, Hirokazu Kore-Eda, maneja las riendas con precisión y sin abandonar jamás un tono mesurado que nos acerca más y más al eje de la cuestión: ¿qué corno es ser padre?, ¿es más hijo el de sangre o el que se crió con amor durante seis años? Y doy fe que la cosa atrapa porque hasta yo, que tengo menos instinto paternal que Herodes, comencé a participar de la indagatoria.


Lo curioso, o no tanto, es que a veces para ser un buen padre, hay que aprender primero a ser un buen hijo.


De tal padre, tal hijo ganó con toda justicia el Premio del Jurado del Festival de Cannes. No tiene importancia en realidad, la película sería excelente aunque no hubiera ganado nada, lo menciono porque estamos en temporada de premios, nada más.


En tres palabras, imperdible, maravillosa, única. 

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